Cuando
escribo me gusta dejar que fluyan las palabras una vez que tengo la
estructura en mi mente lo voy plasmando en el papel. Me encanta que
las letras nazcan por si solas, por ejemplo: cuando trabajo en una
novela, narro lo que siento según como me salga, con errores y mal
escrito (incluidas las infinitas faltas ortográficas o palabras que
me he comido). Antes tenía la manía de ir revisando según lo
escribía pero ese me ralentizaba mucho, lo que hago ahora es
escribir según vaya saliendo, y una vez terminado empiezo a
revisarlo o en algunos casos dejo el texto en reposo durante unos
días. De esta manera una vez que empiezo a revisar tengo una
perspectiva más amplia y puedo editarlo mejor. A mi lado exigente le
cuesta adaptarse a este método, pero si me pongo quisquilloso siento
que no estoy disfrutando del proceso de creación. Suelo ser muy
estricto conmigo mismo, y de alguna manera me quiero esforzar para
que quede de la mejor manera, para que mis lectores no se sientan
decepcionados con mis textos, pero esa presión que yo mismo me meto
hace que consiga el efecto contrario. ¿De qué me va servir
escribir perfectamente, si lo que he plasmo no me sale del corazón?
Es todo un proceso que hay que disfrutar poco a poco, ya que si como
autores no somos capaces de conectar con nuestra obra al trabajar en
ella, mucho menos conectaran los lectores.
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